Pasar al contenido principal

Retrato de Magdalena Vicuña y Aguirre

Objeto del Mes

Retrato de Magdalena Vicuña y Aguirre

Publicado el 04/01/2016
Magdalena Vicuña y Aguirre
Fotografía coloreada a mano de Magdalena Vicuña y Aguirre.

Fotografía coloreada a mano de Magdalena Vicuña y Aguirre, que mide 14 cm de alto por 10 de largo. Esta fotografía se conserva en un marco de terciopelo rojo. En ella podemos ver a la retratada de cuerpo completo, sentada sobre una roca con vestido oscuro de cuello y mangas blancas. Atrás se puede apreciar un paisaje con montañas y cielo azul con nubes oscuras.

Magdalena Vicuña y Aguirre nació en 1817, en el seno de una familia aristocrática, su padre fue Francisco Ramón Vicuña Larraín y su madre, Mariana de Aguirre y Boza, hija de los Marqueses de Montepío. Francisco Ramón Vicuña fue presidente interino de Chile entre el 16 de julio de 1829 y el 19 de octubre del mismo año, y también presidente del Senado. Entre sus hijos también se encuentra Pedro Félix Vicuña, padre de Benjamín Vicuña Mackenna.

Fue la segunda esposa de Ramón Subercaseaux Mercado, quien integró el partido conservador y fue senador entre 1840 y 1849. Se casaron el 24 de noviembre de 1835 y tuvieron trece hijos: Magdalena, Manuela, Emiliana, Francisco, Josefina, Carmela, Antonio, Rosa, Lucía, Cristina, Ana, Ramón y Victoria Subercaseaux Vicuña, esposa de Benjamín Vicuña Mackenna.

"Mujer que poseyó junto a rara belleza y no escaso ingenio, los atractivos de una suprema distinción. Era mujer que había comenzado reinando entre los suyos, aquella larga familia de los Ochocientos que tan poderosamente contribuyeron al triunfo de la Revolución de 1810 y luego, casada con hombre de severo rango espiritual, extendió su influyo sobre la pequeña sociedad aristocráctica que estructuraba la vida semicolonial de aquellos promedios de siglo" (Homenaje a Vicuña Mackenna. Tomo 2°).

Se estableció junto a su marido en Santiago, en la calle Huérfanos en una lujosa casa, y también pasaba largas temporadas en la Chacra Subercaseaux, en El Llano, en aquel entonces en las afueras de la capital.

La casa de Huérfanos fue decorada por los mismos artistas que habían venido a construir el Teatro Municipal. Tenía dos pisos, su patio principal de mármol estaba rodeado de estatuas. Tenía amplios salones, dorados, decorados con muebles traídos de Francia.

Fue descrita por sus contemporáneos como vehemente, franca, cordial, apasionada de su hogar y su familia. En 1876 fue sola a Europa a buscar a su hijo menor, porque presintió que la soledad lo estaba enfermando; en 1891 fue decidida partidaria de la Revolución.

Su nuera, Amalia Errázuriz de Subercaseaux decía de ella: "Yo alcancé a ver su porte de soberana y gozar de su trato afable y refinado, notablemente inteligente y chispeante de ingenio. Era un placer oírle contar hechos históricos que ella había presenciado y que vibraban aún en su memoria, con el entusiasmo apasionado que mostró siempre por la cosa pública. El general O'Higgins había sido su examinador en el colegio; el primer arzobispo de Santiago, Monseñor Vicuña, fue su tío carnal; había conocido a los hombres más notables del país, y en las guerras, las revoluciones y demás acontecimientos graves d ela patria, ella había tomado una parte intensa y eficaz. La nota satírica de su espíritu se había desahogado en varias ocasiones produciendo versos graciosísimos que describían a las personas más conspicuas que figuraban por entonces".

Al enviudar en 1859 quedó dueña de una gran fortuna. En su casa siguió recibiendo a miembros de la aristocracia pelucona, en tertulias donde se tocaban los más diversos temas, desde política, hasta historia y literatura.
Magdalena Vicuña y Aguirre murió en Santiago en 1912.

"El fallecimiento de mi madre, en el año 1912 y a la edad de 96 años, marcó mi ánimo una de las fechas de mi vida. También la marcó para la entera sociedad de Santiago donde su espíritu de caridad y su admirable don de gentes le tenían señalado un sitio especial. Cuando algún historiador de costumbres quiere abordar el tema de las de Santiago, se encontrará muchas veces con la figura noble, hermosa y bondadosa de doña Magdalena Vicuña de Subercaseaux. Los diarios llenaron aquel día la primera página con el elogio de sus virtudes; porque ella, así como sabía influir en la política y en la vida religiosa, tenía su casa abierta para los pobres y vergonzantes, para los artistas y los poetas, para los marinos, para los extranjeros…En la cosa pública todo le interesaba, todo lo conocía(…)" decía su hijo Ramón Subercaseaux.